miércoles, 18 de julio de 2007

Fantasías

Hace unos días fuimos a comer a casa de una amiga muy íntima. Tanto que suelo comparar nuestra amistad con el amor que se tiene por una hermana; aunque me llevo mejor con ella que con mi hermana, por cierto. Tenemos mucho pasado común y mucha confianza para hablar de cualquier cosa, puesto que juntos hemos compartido desamores, trabajo, sentimientos, sexo, confidencias, etc.
El caso es que, durante la comida, entre otros muchos temas, se tocó el de las fantasías. Y mi amiga hizo una declaración que realmente me sorprendió:

-"Yo es que ya he cumplido con casi todas mis fantasías... Y las que no haya cumplido pienso cumplirlas junto a A."

A. Es su actual pareja. Un chico majete y bastante más normal que los que suele elegir para compartir la parcela sentimental, muy deteriorada en los últimos tiempos, debido a las malas elecciones. Por fortuna, esta vez parece que ha acertado, a mi modo de ver.
En realidad, lo que más me sorprendió no fue la declaración de mi amiga. Entiendo que ahora mismo está muy enamorada de su chico y que, quizá, sólo quiso hacerle un halago. Pero escuchar, precisamente de sus labios, tamaña desfachatez me hizo un poquito de pupa. Ella, con la que tanto he compartido y con la que tantas veces he caminado por sendas poco transitadas, tanto juntos como por separado... La intención de limitar su futuro de esa manera me chocó, sobre todo por lo que implica de castración intelectual, no sólo sexual.

El caso es que la respondí, como suelo hacer cuando veo a las personas a las que aprecio equivocarse, quizá con demasiada efusividad, elocuencia o agresividad:

-"¿Como puedes decir eso con tanta tranquilidad M.? Las fantasías no se pueden atar con un nudo de compromiso, no se pueden sujetar por un sentimiento amoroso ni se pueden enjaular por un matrimonio o una relación".

Por desgracia, suelo expresarme también así, con esa contundencia; como sentando cátedra, cuando me enfado. Y eso, unido a mi apariencia agresiva, salvaje, lleva a aquellos que me rodean a suponerme indignado y al borde del uso de la violencia. No es en absoluto cierto, y M. que me conoce bien, lo sabe. Pero esto no impide que las discusiones se zanjen como por arte de magia. Imagino que piensan que si no obvian el motivo de mi explosión, me echaré a su chepa en forma de leopardo y los destrozaré con mis colmillos, mis brazos y mis palas de remar. (Ante la duda, echad un vistazo a la foto)

La discusión, por supuesto, no continuó. Una lástima, porque se me quedaron muchas cosas que decir en el tintero.

Amo a mi mujer (claro, si no no me hubiera casado con ella). Eso, que de por sí, se le supone al matrimonio como el valor al soldado en la cartilla del servicio militar; es, en mi caso, una declaración de principios. No dudo que en los demás no lo sea. Pero en mi caso concreto tiene un significado especial, puesto que a lo largo de mi vida sentimental he tenido ocasión de probar muchas frutas de distintos árboles, por decirlo de forma lírica.

Este sentimiento que nos une se ve blindado además por la decisión consciente y responsable de criar una hija en común, que está siendo una de las pocas alegrías que me ha dado esta vida.

(Vaya, ya me estoy poniendo melodramático... cambio de registro)

Ya he vuelto. Un paseo y un cigarrillo es lo mejor para no caer en la tentación de contaros lo azarosa que ha sido mi vida... jajjajajaja...

Decía que lo que siento por mi pareja no es óbice para tener fantasías con otras mujeres. Después de todo, las mujeres hacéis lo mismo continuamente, aunque no todas lo admitan. A mí no me pesa reconocerlo públicamente: Mi mayor fantasía sería tener una cuadra de sumisas dispuestas a explorar su sexualidad a mis órdenes. Bueno, eso entre otras muchas fantasías que mantengo, fomento, y entre algunas de las cuales me gustaría incluir a mi mujer.

Para mi fortuna, o quizá porque he sabido mantener una buena comunicación al respecto con ella, tengo la suerte de contar con el beneplácito de mi esposa que conoce como nadie mis perversiones, mis "deslices", mi tendencia a coquetear y las relaciones que entablo y/o mantengo con otras mujeres a través de la red. Es por eso que, cuando alguna de las nuevas amistades que realizo me pregunta sobre este tema, suelo decir que no me dedico a "engañar" a nadie, y mucho menos a mi mujer. Simplemente, me gusta dedicar parte de mi tiempo a fomentar mi imaginación, a desarrollar mis fantasías, a explorar todo aquello que me produzca placer. No por ello me considero infiel, ni mejor ni peor persona. Simplemente tengo claro lo que quiero y lucho por ello. Además, gracias a estas aventuras cibernéticas, mi vida sexual dentro de la pareja se ve beneficiada, y mi creatividad se enriquece, tanto en ése aspecto, como en el de la escritura, a la que dedico algunos de mis ratos libres.

Antes de que alguien ponga el grito en el cielo, he de aclarar que por este medio he hecho valiosas amistades, además de dar rienda suelta a la imaginación. Tengo amigos y amigas muy apreciados tanto por mí como por mi mujer, cuyos primeros contactos se realizaron a través de foros, chats, etc. Y con los cuales procuro mantener el contacto para seguir alimentando la amistad que nos une.

Y, por supuesto, tengo claros los límites de esas fantasías. Sé hasta dónde puedo llegar con mis relaciones electrónicas y qué es lo que no debo hacer para mantener a salvo mi familia y mi matrimonio. Claro que no todas las fronteras las he marcado yo, algunas me las han impuesto... Por tanto me queda la esperanza (o fantasía) que sean volantes y se puedan mover algún día...





1 comentario:

Belén dijo...

Tienes toda la razón, si hay comunicacion y confianza en la pareja, no veo el problema de tener fantasias con otras mujeres u hombres... tu amiga ha elegido mal los hombres y esta herida, quiza por eso es tan ferrea en sus compromisos...no se, no la conozco :)

Un beso