viernes, 20 de julio de 2007

Extinción sí... pero personal

Ahora que está de moda eso de ser ecologista, de preocuparse hasta la paranoia del calentamiento global y esas cosas que tanto dinero y puestos de trabajo "parásitos" dan, no estaría de más recordar algún principio básico del verdadero ecologismo: "Cualquier injerencia en un sistema ecológico altera su equilibrio". Hasta la observación de un sistema equilibrado puede afectar a dicho equilibrio. Por supuesto que todos los sistemas equilibrados tienden a la entropía y que ése mismo desorden se utiliza para mantener el equilibrio (muchos equilibrios en la misma frase... me temo que voy a dedicarme al circo en vez de a escribir, bueno, espero que se me entienda).

Pero hay desórdenes que no se pueden recuperar. Pensemos en cómo se determina el ritmo de extinción de especies por el tan de moda "calentamiento global": Se envía a un pobre becario a un prado, donde pegue el sol de plano, para que se vaya haciendo al trabajo de campo. Se le hace delimitar un metro cuadrado de pasto, y se le pone a capturar y clasificar todas las especies que pueda encontrar en tan exiguo espacio. Os aseguro que son muchas... de hecho suele tardar, por muy eficiente que sea el aprendiz, más de dos meses en identificar y recolectar; y más de seis en clasificar, contar y elaborar los informes que luego sus jefes firmarán como propios. Por supuesto este método científico tiene más de estadístico que de científico, ya que cuando el becario se arrodilla para recoger espécimenes, muchos de ellos pegan un salto y se cambian al metro cuadrado siguiente... con lo cual es difícil contarlos y se les puede dar por extinguidos... jejejejeje...

Bueno, la idea es la siguiente: ¿Que pasaría si en vez de éste método al becario le diera por vallar el metro cuadrado que le corresponde y pegarle fuego?¿Y si acabado con eficiente celeridad el trabajo encomendado su jefe le diera vía libre para continuar con el metro cuadrado siguiente?¿Quién sería el responsable?
Yo lo tengo bastante claro: ambos, el jefe y el becario son responsables de la verdadera extinción de las especies de su parcela. Tanto el que comete el crimen de facto, como el que firma responsablemente la extinción de las especies.

Pues con lo seres humanos la situación es la misma, pero más grave. Me explico:

Matar a un ser humano hace que se extinga una serie completa de genes que no sabemos qué beneficios generales darán al sistema. Cualquiera de los descendientes de ése ser humano podría haber sido el que descubriera una nueva fuente de energía, un nuevo sistema de propulsión, una cura para el cáncer, una manera de vencer al SIDA o un programa informático que nos permitiera desentrañar de una vez por todas el mapa del genoma humano. Pero ojo, si además el ser humano extinguido por el becario es además una persona culta, con opiniones propias, amante de las libertades y contraria a la violencia; las probabilidades de que estas ventajas generales para el sistema desaparezcan se multiplican hasta el infinito. El razonamiento es obvio: sus descendientes tienen parte del camino ya recorrido.

El problema importante es que, al contrario que con los bichitos del primer párrafo, la entropía del sistema no permite recuperar las condiciones necesarias para que ésa línea genética se recupere, al menos en un futuro próximo. En otras palabras: no hay bichitos humanos que salten al metro cuadrado siguiente.

Toda esta introducción, en apariencia sin sentido, me ha venido a la cabeza al leer una noticia, buena noticia para ser la excepción que confirma la regla: El hijo de la gran puta de Ricardo Cavallo va ser juzgado por crímenes contra la humanidad aquí en España. El Supremo a dictaminado, con buen criterio, que es mejor juzgarle aquí que dejarle en manos de sus amigos, de sus jefes, de los que firmaban sus informes de campo y de los que aprobaron la ley que eximía a los generales de la dictadura argentina de responsabilidades en los crímenes cometidos entre 1976 y 1983. En su parcelita de la la escuela superior de mecánica de la armada, este becario, junto a sus amiguitos, extinguió a 30.000 bichitos humanos... ahí es nada...
En siete años 30.000 personas... 4.286 personas al año... doce personas diarias... una cada dos horas, sin contar los descansos de comer y dormir. Lo que me extraña es que la fiscalía sólo pida 21.000 años de cárcel al responsable de esta extinción en masa. Ojalá que sea porque algunos bichitos saltaron al metro cuadrado siguiente...

1 comentario:

Belén dijo...

Ese si que hizo crímenes contra la naturaleza, vamos...

Buen discurso

besos