viernes, 13 de julio de 2007

Las aventuras de un enteradillo

Estoy seguro que ya he dicho en más de una ocasión aquí que soy un ignorante. No lo digo a la ligera, ni por falsa modestia; es que lo soy con todas las de la ley. Y es que es muy difícil ser una persona culta, un pretendiente a escritor cuando se es casi analfabeto en algunas cuestiones, cuando tu educación se basa en la curiosidad, cuando eres, en suma un autodidacta. Porque esta forma de encarar la instrucción, no lleva consigo más que lagunas importantes que vas descubriendo a medida que vas avanzando en la misma.

Seguramente muy poca gente de mi entorno sepa que yo iba para médico. Sí; mi padre (Un saludo cascarrabias, espero que lo estés pasando bien) estaba convencido que con mi potencial, mis notas en la EGB, mi "inteligencia" y lo bien que se me daban las ciencias naturales, mi destino estaba en un quirófano rajando a la gente y trabajando más bien poco. Eso pensaba él, al menos... Hoy sé que no estaba en lo cierto, y sospecho que él también se ha dado cuenta que no hay trabajo en el que se curre poco, que no regalan el dinero en ninguna parte; salvo, quizá, en el Parlamento...

Pero lo cierto es que me torcí por el camino. Me convencí a mí mismo que no estaba hecho para estudiar. Como casi todos los chicos de mi época, estaba harto de oír a mi padre las penurias que habían pasado para fundar y mantener una familia, y estaba ansioso por ganar mi primer sueldo. Así que ni siquiera me presenté a la selectividad. Y gracias... Gracias al cascarrabias, que si por mí hubiera sido, habría colgado los estudios en 2º de BUP y me hubiera echado a la calle a buscarme la vida. Menos mal que sus "argumentos" ("mientras estés en mi casa harás lo que yo te diga") y no pocas discusiones, me empujaron a continuar con mi educación; aunque, eso sí, de manera errática. Yo era de los que resucitó el mus cuando estaba prácticamente muerto y de los que se ganaba el sobresueldo jugando al julepe durante las horas de clase. Por cierto, un saludo a Angelito, el sobrino de Manolo de Vega, que me enseño a ganarme los cuartos a las chapas.

Por supuesto, en cuanto cumplí la mayoría de edad, me lancé a la busca y captura de mi propio lugar en esta sociedad. En aquella época, mucho antes de que a Silvester Stallone se le ocurriera la idea de Rambo, yo ya estaba hecho un rambo de tomo y lomo. Sabía, o eso creía yo, lo que era pasar hambre en una acampada de supervivencia (en realidad en muchas más de una). Era un excelente tirador (con carabina de aire comprimido), un amante de las armas de fuego (aunque no tenía ni puta idea) y una máquina bien engrasada de luchar. Mi destino no podía ser otro que el ejército. Estaba escrito ;-)

Pero claro, una cosa es lo que uno se propone, desde la idealización de la distancia; y otra cosa muy distinta es ver que cuando tú te manchas de barro, el teniente de tu compañía está ya de barro hasta las orejas...
Nunca pensé en acabar en la Brigada Paracaidista, en serio. La historia de mi singladura en dicho cuerpo tiene su aquél:

Como todo recluta, hasta la jura de bandera, tenía que acostumbrarme a la vida militar por la vía del fiiiiiiimeh... ar... y cosas de esas. Yo lo tenía bien claro. Primero la instrucción básica. Después pediría destino a la Bandera de Operaciones Especiales de la Legión, después si la cosa iba bien, ingresar en la Academia de Oficiales de Zaragoza. Unos cuantos años haciendo y estudiando lo que me gustaba y después a vivir la vida. Por desgracia, los hay que nacen con estrella y otros...

De momento, en el CIR (Centro de Instrucción de Reclutas) me dí cuenta que la inteligencia era un bien escaso dentro del ejercito. En su defecto, se compensaba tanta escasez con una obediencia ciega, sin razonamiento alguno, y una gran dosis de burrería. Y, claro, mi carácter indómito no conjugaba bien con esas premisas. Mis primeras horas en el ejército consistieron en una voz un poco más alta de lo normal a horas poco agradables para mis sensibles oídos, un grito de "O sus calláis o me levanto y me lío a hostias"; un silencio poco agradable y plagado de amenaza; un grupo de veteranos que intentan poner en su sitio a un novato con mala hostia... y ése mismo novato armado con una navaja poniendo en fuga a media compañía... Si es que cuando lo recuerdo ni siquiera me reconozco.

Total, que apenas llevaba un día en el cuartel y ya esta deseando que llegaran las conferencias de captación para marcharme echando chispas.

Y llegaron... claro que llegaron... pero aquello no se parecía en nada a lo que yo había previsto. El teniente que nos dio la conferencia de captación para la Legión tenían encima más productos tóxicos que un cementerio nuclear. Si digo que iba bebido y fumado, no estoy contando nada nuevo. Es que el tío no sabía ni dónde estaba ni cómo se llamaba. Por supuesto, después de soltarnos el rollo de la patria y del honor, hice mi pregunta correspondiente: yo tenía un amigo que estaba en la Bandera de Operaciones Especiales, de hecho, contaba con su apoyo, ya que era cabo (una graduación ya respetable en dicho cuerpo) para sobrevivir la primeras semanas en el destino. El señor oficial, por decirlo delicadamente, me despidió con cajas destempladas: "En la Legión todo son operaciones especiales". Sí... y un cuerno, gilipollas... a ver si te crees que me acabo de caer de un guindo. Tú lo que quieres es liarme y yo tengo muy claro dónde quiero ir. Buen, pues si no es por el camino corto, llegaré por el camino largo...

Detrás de aquella conferencia, el capitán Terol (no se me olvidará ése nombre en la vida), en nombre de la Brigada Paracaidista, nos hizo una presentación plagada de buen rollo y figuras humorísticas: "En la Bripac no tenemos un cordelito atado a los huevos de cada soldado, y cuando toca diana, tiramos de él para despertarlo";"Aquí no se obliga a nadie a hacer nada, porque todo el mundo es voluntario". Joder, que razón tenía el tío cabrón... Total, que nuestra compañía, se apuntaron dos chicos, con uno de los cuales yo compartía camareta, y con el que había hecho buenas migas después de que me apoyara en la rebelión del primer día. Antes de que nos diéramos cuenta, estábamos solos en el salón de actos los dos muchachos que pensaban apuntarse y otros 8 o 9 idiotas gastándoles bromas con lo del cordelito en los huevos. De pronto, el capitán Terol le gritó al cabo primero que estaba en la puerta: "Cierra y toma los nombres de todos estos, que se vienen con nosotros"...(!!!!!!)...
¿Como que nos vamos con ellos?¡De eso ni hablar, joder! Que yo tengo planes... que quiero pasar la instrucción lo antes posible, irme a mi casa y continuar con mi perfecta carrera de militar. No hubo manera: Pedimos conducto reglamentario (una chorrada que tiene su razón de ser, pero que es lo más exasperante del ejercito) para hablar con el Coronel y que nos librara de aquella condena inesperada e injusta. El pobre hombre nos dio sus razones: la Bripac tiene el derecho de reclamar a los soldados que desee para completar el cupo asignado. No hay nada que hacer. Nuestra única salida era no firmar como voluntarios y cumplir el año de servicio militar, pero sin saltar en paracaídas, y sin cobrar más que las 735 ptas que entonces se cobraban... pero dentro de la Brigada.

Mi gozo en un pozo...


Bueno, ya os contaré más adelante cómo acabé firmando "voluntariamente" y otras aventuras, que tengo que hacer la comidita a mi esposa...

3 comentarios:

Belén dijo...

jajajajjaja...la vida da muchas vueltas mi niño!!! bueno, y yo si creo que eres sabio porque los sabios son curiosos, pocos sabios inamovibles hay!!!!

besos!

Mormo dijo...

Gracias preciosa... no veas la ilusión que me ha hecho que me llames "mi niño"... jajajjajaja... me siento rejuvenecer de repente... jajajjaja...

Rachel dijo...

Tengo yo un paciente que acabó.... Mejor dicho, empezó su andadura como musico militar en la Legión....

Con 18 añitos y teniendo que hacerse respetar entre tantoloco que hay por allí suelto.... Me meaba de risa el dia que me lo contó mientras yo le maltrataba tranquilamente su tobillo..... ;D