Las desgracias nunca vienen solas
La mayoría de aquellos de vosotros que ronden la treintena de años, es decir, aquellos cuyas madres entran a formar parte de mi generación, aunque me saquen unos cuantos años, seguramente sabrán a que me refiero cuando hablo de canturrear por la casa. En la mía es casi una tradición. Lo hacía mi abuela materna y, por lo que yo sé, mi madre lo sigue haciendo cuando trastea en la cocina o hace las camas a diario. Yo mismo, desde que me ocupo de las labores domésticas, me he dado cuenta que tarareo las mismas canciones que durante años he oído cantar a mi madre y a mi abuela. Incluso mi hija, que es un bebé, por imitación, cuando juega con los muñecos o con los "miuuus" y les ordena "amimir" o "apapar" (traducción simultánea: "gatos" "a dormir" "a tapar") se le nota la querencia a las tablas, como a los buenos toros bravos y suelta unos breves pero claros "nananá" que repuntan ya la continuidad de ésa tradición.
Y como digo, siempre son las mismas canciones. El otro día, mientras íbamos en coche al cumpleaños de una amiga, mi esposa comenzó a tararear una de esas canciones: "Tatuaje". Y se sorprendió cuando la corregí uno de los versos y me arranqué a cantar toda la letra de memoria. Ni siquiera yo mismo me dí cuenta que la sabía entera, de "pe a pa", hasta que ella me lo hizo notar. Supongo que la aprendí a fuerza de escuchársela a las mujeres de mi familia mientras se inclinaban a estirar las sábanas de mi cama; mientras yo, ignorante de la influencia que estaba recibiendo, me vestía en la misma habitación o buscaba como un desesperado mis zapatos, que siempre han tenido tendencias fugitivas.
Como hace mucho que no pongo música en este blog, y es una buena práctica que no debería haber perdido, hoy he decidido matar dos o tres pájaros de un tiro: Primero demostrarle a mi mujer que si estas canciones han pasado a la memoria colectiva es por culpa de voces excepcionales. Segundo reivindicar un género, la copla, que por culpa de las modernas cantantes, ocupadas más en ganar dinero apareciendo en los programas y revistas del corazón que de cantar (disimulando así sus más que evidentes carencias artísticas), ha sido continuamente denostado por aquellos que no conocen más que las imitaciones que se han hecho de los grandes de este género en los últimos 25 años.
Y tercero: como homenaje a mi madre, que lleva ya dos semanas ingresada en el hospital y que anteayer fue intervenida quirúrgicamente de una colecisteptomía (extirpación de la vesícula biliar), y la pobre lleva sin comer los catorce días de internamiento. A ella y a mi padre (que sale de guatemala para caer en guatepeor); que después de haber perdido a su propia madre el día nueve de este mes, ha visto como su esposa, sin apenas solución de continuidad era ingresada de urgencia en el hospital. El pobre hombre anda como loco buscando al puto tuerto para sacarle el ojo que le queda de una hostia... Y yo que el pobre tuerto me escondería, que las tortas de mi padre hicieron pupa al propio Carrasco cuando boxeaba... El que avisa no es traidor.
Para esta hazaña cinegética (la de matar tres pájaros de un tiro, se entiende) no tengo más remedio que acudir a la más alta cumbre de la copla: Doña Concepción Piquer López; no vaya a ser que me quede corto y luego alguien me diga: "pues no es para tanto". Así que es mejor pasarse un poco de largo y mostrar lo que el talento innato y el oficio de muchos, muchos años pueden hacer con una voz. Dicen que la propia Concha contaba que, con apenas ocho años se presentó en un teatro de Valencia preguntando por el encargado y le dijo: "Vengo a cantar". Por supuesto, el pobre hombre no entendió a aquella chiquilla, y la devolvió a su casa (aunque por poco tiempo, ya que debutó en otro teatro de Valencia apenas tres años después). Lo que aquél empresario no entendió fue la declaración de principios que realizó aquel retaco: no es que fuese su intención cantar en aquél teatro ése día. Es que ella vino a este mundo a cantar. A dejar un legado que nadie ha sido capaz de eclipsar desde entonces, por muchas imitaciones que ha tenido que soportar desde aquel año de 1917.
Quiero que os hagáis una imagen mental de la situación: Concha era hija de un albañil y de una costurera, no tenía formación artística de ninguna clase y, a pesar de ser la quinta hija del matrimonio, en realidad era su primogénita, ya que sus cuatro hermanos mayores habían muerto antes de alcanzar la juventud. Tan clara tenía su vocación, que no permitió que las primeras negativas recibidas, ni la oposición de sus padres, se interpusieran en su camino a la fama. Seguramente habréis oído esta historia muchas veces. Normal: desde su aparición en el mundo del espectáculo muchas han sido las imitadoras que han intentado copiar su estilo, e incluso su biografía para destacar. El problema es que en este caso la historia es la auténtica, no una copia, sino el original... Fuerte ¿eh?.
Para quienes deseen conocer su biografía, está el enlace de su nombre. Lo que no muchos conocen es que, en una época en que no existían las promociones discográficas tal y como hoy las conocemos; en que no todos los teatros disponían de micrófonos operativos; esta mujer fundó una compañía de teatro y recorrió el mundo para que todos pudieran escuchar sus canciones. Y logró, si no una cifra record en venta de discos (que sí lo hizo, incluso años después de su muerte: en Diciembre del 2006 aún ocupaba el número 48 de la lista de ventas en España con su disco 100 años), sí convertirse en la artista más popular de su tiempo con diferencia. Y además abrió la puerta del espectáculo a otros grandes de la canción como Manolo Caracol o Juanito Valderrama.
Bien es cierto que su afiliación política al régimen de Franco pudo ayudar a promocionar sus canciones, pero lo que no se puede negar en modo alguno es que su éxito se lo ganó totalmente a pulso, por oficio, por poderío vocal y por esfuerzo personal, que la llevó a recorrer prácticamente TODOS los teatros españoles de la época y no pocos de los de los países hispanohablantes. Quién no haya oído hablar del baúl de la Piquer como paradigma del viajero es que no ha salido de la puerta de su casa.
Su profesionalidad quedó aún más patente en el año 1957 cuando, tras una gala, se da cuenta que su voz no era la que el público merecía (os juro que yo he oído alguna grabación de aquella época y no he sido capaz de encontrar ni un sólo defecto a su voz), y emite un comunicado anunciando su retirada irrevocable de los escenarios. Ole sus cojones... en lo más alto, como Dios manda...
Seguro que las canciones que os pongo aquí las habéis escuchado muchas veces en distintas versiones. Os invito a destriparlas, con sus fallos de sonido y con sus carencias sonoras, para disfrutar de sus letras (casi todas del Trío de Oro: Quintero, León y Quiroga), de sus magistrales interpretaciones y del sentimiento que desprenden. Todo eso han convertido en leyenda a esta señora. Disfrutad. Y preparaos... a quien no se le ponga la piel de gallina que me lo diga.
Primer vídeo: No hagáis caso del careto del muchacho que hace playblack. Cerrad los ojos y escuchad:
Segundo vídeo: Una canción especial. Os pongo también la versión que hizo Joaquín Sabina, para comparar las voces (la de Olga Román que es probablemente una de las mejores del panorama actual)
Última actualización a las 21:44 h: A pesar de que he estado buscando y rebuscando por la red las canciones Ojos Verdes y Tatuaje interpretados por doña Concha, no he sido capaz de encontrarlas de ninguna de las maneras. Y aunque me he encontrado muy buenas interpretaciones de las dos, en diferentes voces (algunas de ellas tan buenas o mejores como el caso de Miguel de Molina) incluso de su época, voy a poner otra canción muy distinta en una voz harto parecida a la de doña Concha y a la que imagino que algún día puede alcanzar: la de Pasión Vega en una canción homenaje a Camarón de la Isla, compuesta por Joaquín Sabina. Así que desde Valencia a Málaga, pasando por Madrid-Jaén y Cádiz... Si es que en este país hay de todo en todas partes. Como en botica.