lunes, 11 de febrero de 2008

CAPITULO IV

CAPITULO IV

Inmediatamente después a esta experiencia, las cosas se precipitaron... Cada uno de nuestros encuentros se convirtió en una especie de obra de arte que nos empeñábamos, tanto uno como otro en perfeccionar. Tú habías aprendido de mis caricias, de mis palabras, de mis besos hasta qué punto la paciencia y la aplicación podían resultar provechosas, tanto para tu propio placer como para el que en cada jornada habías aprendido a proporcionarme. Hasta conseguiste entender aquello de que en el amor no hay nada prohibido, sucio o desagradable cuando ambos amantes desean hacerlo. Yo me había convencido, gracias a tus caricias, que la ternura no era lo mismo que el sexo, que el sexo no era lo mismo que el amor, que el amor no era lo mismo que la amistad, y que todas esas cosas juntas era lo más maravilloso que me había encontrado en mi vida; incluso aprendí los placeres que puede proporcionar una sana violencia, bien orquestada, consentida, e incluso en ocasiones esperada. Cada vez que nos reuníamos, avanzábamos uno al encuentro del otro con una curiosidad infinita por los gestos, las palabras y las situaciones aún no descubiertas, con una pasión febril de coleccionista, con una sabiduría ambigua que nos hacía circunscribir nuestras preocupaciones comunes al ámbito de la voluptuosidad. Ensayamos mil y una situaciones nuevas; inventamos mil y un lugares distintos donde amarnos y sentirnos el uno al otro. En cualquier momento o lugar sentíamos la urgencia de explorar nuestro nuevo universo de placer y de amor. ¡Que feliz me sentía entonces! ¡Que fácil nos resultaba llegar a un acuerdo tácito, sin palabras, sobre cuándo o cómo!

Y fue en el clímax de esa situación idílica, cuando nuestra relación comenzó a cojear de quién sabe que pié. Conociste a aquellos amigos del Sur... Comenzaste a sentirte atrapada... Te marchaste a averiguar lo que sentías... Pero como dije al principio, no te quiero recordar los momentos tristes. El verano que pasamos no es digno de recordar.

Poco a poco, sin apenas darnos cuenta, nuestras vidas comenzaron a juntarse de nuevo... Nos fuimos de vacaciones... Y cuando volví a casa y tú te quedaste allí, sentí que de nuevo renacía el amor, que volvíamos a estar casi como al principio. Fue entonces cuando comencé a madurar, tras varios intentos infructuosos la idea de este libro. Fue cuando me pediste por teléfono que te escribiera algo... y lo hice.


Escribí: "El otro día, cuando se te cortó la comunicación, cuando escuché “escrib...”, pensé que tras los maravillosos días que acabamos de pasar juntos, merecías algún poema, alguna canción, alguna composición lírica que reflejara mis sentimientos por ti, la alegría de amarte y la tristeza de no tenerte a mi lado en estos momentos. Pero ya me conoces, soy vago por naturaleza; y esto, unido al sobreesfuerzo que supone alinear mis emociones en unas páginas manchadas de tinta, - proeza atlética que sólo por una persona tan especial como tú soy capaz de realizar- ha hecho que sólo tras tu petición expresa de ayer, me decida a comenzar algo que, sinceramente, no creo que merezca la pena.

Y es que solamente tú, con tu bondad y tus sentimientos cegándote, crees en mí; eres la única persona del mundo que piensa en estos garabatos inconexos como en el fruto del trabajo y la mente de un escritor. Quizá por eso, y porque te amo como no he amado nunca, me cuesta menos escribir para ti. "Escríbeme algo bonito” –me dijiste ayer -. Y créeme que lo intento; llevo toda la noche buscando un tema sobre el que, pincelada tras pincelada, componer un cuadro que te haga jadear de emoción. Y no se me ocurre nada.

Cada vez que lo intento evoco tu figura. Cuando pienso en los días pasados, recuerdo tu perfecta nariz quemada por el sol; cuando imagino el proyecto del camping, me inunda la cabeza tu sonrisa de felicidad y de ilusión. Cuando recreo tu vuelta, son tus ojos, el día que nos despedimos, los que anegan mi corazón. Cuando pienso en lo feliz que he sido junto al mar, en la playa, es tu cuerpo tendido al sol y cubierto de aceites el que me viene a la memoria; si intento figurarme cómo sería la vida viviendo juntos, es tu rostro en el momento supremo del placer lo que veo.

Y cuando intento tranquilizarme, controlar este deseo de abrazarte y besarte hasta fundirnos la piel, enciendo de nuevo la pipa, pienso en todos esos pequeños placeres que he disfrutado a tu lado: la pipa y el güisqui nocturno, el ritual de sacarme algún pelo de la barba, o la odisea del hilo de seda. Y sobre todo recuerdo cuando compartíamos la ducha, con el agua deslizándose por tu cuerpo y cayendo al suelo desde el vello de tu sexo, como si manase de él lo mismo que haría de un manantial de montaña.

Como ves, todo lo bonito o hermoso que he disfrutado está ligado a ti, todos los placeres que merecen la pena no son tales si no puedo disfrutarlos contigo. Me encanta viajar, y, sin embargo, el viaje de regreso fue aburrido y eterno sin tu compañía. La respuesta a todo esto está muy clara, y lamento reiterarme de este modo tan poco elegante; pero es que estoy profunda y absolutamente enamorado de ti. Y lo estoy de una manera sana y convencida, como nunca lo había sentido antes.

Cuando intento compara mis sentimientos actuales hacia ti con todo lo que he sentido anteriormente, llego a la conclusión de que todo lo pasado era fingido, era un aprendizaje, como un entrenamiento para poder disfrutar de verdad esto que paladeo ahora. El amor que siento en este momento no es fruto sólo de la pasión; en otras ocasiones he obtenido más sexo que en este momento contigo, aunque bien es cierto que la calidad del contacto tampoco se puede comparar, quizá –y no es la primera vez que llego a esta conclusión- en parte por eso precisamente, por el amor que siento por ti. Tampoco es fruto del capricho o de tu hermosura, que es mucha.

Es un amor maduro, violento y veraz. Es maduro porque aunque siento miedo –y todo aquel que no lo confiese es porque no ama de verdad- de perderte, a entregarme y a aceptar este sentimiento como es; aunque aún siento miedo a descubrir que tú no me amas como yo a ti; y aunque aún me preocupan y me agobian todos estos miedos hasta el punto de complicar, a veces en exceso, nuestra relación; a pesar de todo ello, siento placidez en mi interior.

Es un amor sin preocupaciones desmesuradas y sin alteraciones propias de la juventud. Sin angustias vitales y sin posesividades que ahoguen la razón. Y es tan hermoso amar así...

También es violento. Es un amor violento por su forma de nacer, inesperada por ninguno de los dos. Es violento por los arrebatos que siento en ocasiones de abrazarte y acabar con la distancia que supone nuestra piel. Es un amor a golpes –los que tú me das- que mantiene un rescoldo encendido en todo momento y que, sin aviso previo, hace crecer una llama que nos abrasa a los dos. Y es violento por la ternura que nos amansa y nos hace disfrutar del dolor que sentimos cuando no podemos estar juntos. Espero que me entiendas esta reflexión...


Y por último, sé que es veraz por su dureza y solidez. Es resistente a tus rabietas y a mis enfados, a veces eternos de largos. No se arruga por las circunstancias adversas que nos rodean. No le importa tu familia o la mía, ni el abismo de presiones sociales o económicas que afronta. No disminuye con la distancia que, a veces, nos separa, ya sean kilómetros o actitudes. Es fuerte porque se limita a resistir y a colarse en mis pensamientos para lanzarme, en el momento más inoportuno, un recuerdo de ti. Es verdadero porque si no lo fuera así no me hubiera hecho buscarte durante tanto tiempo sin importar le la época o el lugar donde te fuera a encontrar... Él es así.

"Escríbeme algo bonito” vuelvo a recordar. Y ahora que llevo un rato pensándolo, me doy cuenta. No conozco nada más bonito que tú y que los sentimientos que me inspiras. Sueño con abrazarte desde el mismo momento en que subí a aquel tren. No deseo nada más que volver a pasarte el brazo por la cintura y atraerte hasta mí; sentir tu pecho junto al mío y tu lengua jugueteando en mi boca. ¡Ah! Y tu olor... volver a percibir tu olor inundándome por completo. Notar tu piel estremeciéndose bajo tu ropa es una sensación maravillosa, pero poder llevarme tu olor a casa y evocar ése momento cuando estoy a solas... es casi como hacerlo eternamente, sin interrupción.

Deseo tenerte de nuevo entre mis brazos, rodearte la cintura y acariciar tu rostro y tu cabello con estas torpes manos que sólo se hacen diestras para tan divino menester. Si ahora estuvieses frente a mí, te miraría largamente, como hago a menudo para asegurarme que eres tú en realidad, que no eres un espejismo, un sueño de la razón de un loco de soledad; Preguntándome, como suelo hacerlo, que he hecho yo para aspirar a tan inmerecido regalo como es el compartir un pedacito de tu vida. Y te besaría. Te besaría con la desesperación que he ido acumulando a través de los tiempos y los países en los que te he ido buscando. Te besaría haciendo que mi lengua explore tus labios hasta encontrar la tuya, siempre escondida, siempre esperándome. Te apretaría fuerte contra mí para retener el tiempo que pasemos así, abrazados, sintiendo tus senos contra mi pecho, tus brazos alrededor de mi cuello, tus caderas junto a mi sexo y tu respiración acompasándose con la mía; notando cómo nuestros corazones se sincronizan en un solo ritmo que poco a poco se va transmitiendo a nuestras cinturas, a nuestras caderas, a nuestros sexos...

Te siento tan cerca ahora en mi imaginación, que casi puedo recorrer tu espalda con mis manos. Siento tu calor, aquí en mi boca y tu cuerpo contra el mío. Siento el peso de tus brazos sobre mi cuello y la redondez de tus nalgas entre mis manos, que se van deslizando hacia tus caderas para contactar con tu piel desnuda. Llevas puesto el vestido negro que sólo te pones para ocasiones especiales entre tú y yo. Vuelvo a tu espalda a través de tu cintura, por debajo de la ropa esta vez; y me detengo en el broche del sujetador mientras mi aliento va dejando un rastro de amor en tu cuello. Voy sintiendo crecer tu placer y mi deseo a medida que mis dedos se cuelan por el elástico de tu ropa interior haciéndola viajar por la largura infinita de tus muslos.

Vuelvo a mirarte a los ojos y noto la humedad de tu deseo en ellos tanto como en tu sexo, a través de la fina tela del vestido. Deseo poseerte tanto como tú a mí, pero no será ahora mismo; antes te obligo a girar, a darme la espalda para poder besarte la nuca y desnudarte los hombros con mis caricias y con mis besos. Noto cómo tus manos desatan mi miembro y lo liberan del pantalón mientras aún estás de espaldas y acaricio tu pecho. Siento el impulso de decirte todo lo que siento, lo feliz que soy, lo mucho que te amo y lo hermosa que estás en estos momentos; abro la boca y sólo sale de ella un triste “te quiero”. ¿Dónde están las palabras? ¿Dónde los sentimientos? ¿Dónde, todas esas cosas que estaba pensando hace un momento?

¡Ah, ya sé! Ahora lo entiendo. Sabia naturaleza que ahorra hasta en el aliento de los amantes, para no estropear tan lindos e intensos momentos. Ahí está todo, comprimido en un “te quiero”.


Te deseo con locura,
quiero sentirme dentro
pero antes quiero
ver el placer

ahogándote por dentro.

Recorro tu pecho en besos,
Tu vientre y muslos en caricias

Y fabrico velas con mi lengua para
Navegar en todo el mar de tu cuerpo.
La poesía no puede narrarse
No puedo contar lo que siento.
La poesía no está en las palabras,
Vuelve a estar en los gestos,
Está en cada una de mis caricias,
Está en los movimientos de tu cuerpo.

Me gusta sentir la culebra
Que se retuerce junto a mi aliento.


Te siento encima de mi boca, peleando contigo misma, que no deseas hacerlo. Y recorro tu sexo con mi lengua, de arriba abajo, de abajo arriba, imprimiendo un ritmo que tú misma comienzas a dictarme cuando las olas de placer te van arrastrando. Exploro cada rincón, cada pliegue, cada pelo, llenándome la boca con el sabor que más anhelo. Siento tu cuerpo crisparse y veo cómo se balancea tu pecho. Me miras a los ojos y comienzas a sonrojarte mientras el goce comienza a hacerse perfecto. Tus ojos se llenan de agua y de un brillo de acero. Ya vuelves a ser mi dueña, mi reina, mi espejo. La señora que duerme en mi cama y que me ayuda a gobernar mi feudo. La muñeca que coge la espada y defiende mi honor y mi reino es la misma que siento ahora a través de tus ojos y tu sexo. Y al igual que si fuera una espada, agarras ahora mi sexo. No intentas acariciarlo; ya sabes lo que deseo. Me empujas sobre tu carne, siento tu sexo ardiendo cómo se aparta y me rodea el miembro. Tu cara de placer es inenarrable. Tu sonrisa es el cielo. El movimiento se hace continuo, insistente, va dejando de ser lento por momentos.

Noto tu geografía secreta recorriéndome por entero... Al fondo un dolor placentero... a la entrada, una vena egoísta que me empuja otra vez dentro... No puedo parar, no quiero estarme quieto. El placer nos arrastra a ambos... y en el momento supremo... un beso. Un beso de saliva fría que hace que me queme por dentro, que me dice que tú también disfrutas con el premio. Siento tus contracciones y tus uñas clavándose en mi pecho. Si supieras lo feliz que me haces... no sé cómo explicarte esto.

14 comentarios:

Bito dijo...

Joder Mormo, cabrón, me has dejado sin palabras. Esa segunda parte de esta cuarta entrega que es toda una declaración de amor me ha dejado boquiabierto. Es muy bonita. Además que has podido explicarla sin reiterarte, sin repetirte sin caer en la manida curselería.

Joder ¿qué cara puso ella cuando lo leyó?.

Mormo dijo...

Jajajajajaa... BITO... recuerda que soy un caballero, eso no se cuenta...

istharb dijo...

Pero buenooooooo, y este post???? Ainsss jomio, que me da un yo que se, que se yo!!!!!! jajajajajaja

Bonito post!!!!!!

No soy ingenua (bueno un poco si) y no es quien te imaginas, jajajajajajajajajaja, es un solo alguien que se cree más listo que yo, jajajajajajajajajaj

Un beso guapote

Mormo dijo...

Pues ya ves ISTHARB, que uno hizo también sus pinitos de escritor en su momento.
Me alegro que sólo se crea más listo y no lo sea... jajajjajaj...

Isabel Burriel dijo...

Para no repetirme te diré que opino lo mismo que Bito. Me has dejado alucianda pero no preguntaré nada que si tú eres un caballero, yo soy una señora, eleeee!!!

Besos

irene dijo...

Es muy placentero, para uno mismo, tener ese sentimiento hacia otra persona, y si es correspondido debe ser un paraíso.
¿Y dices que no se te ocurre escribir algo bonito?, yo, si fuera ella, lo guardaría como la joya más grande y valiosa del mundo.
Lo has expresado perfectamente, has sido muy explícito.
Me hubiese gustado tener un Mormo en mi vida. Esperaré, aún vivo.
Que nunca dejes de sentir. Un beso.

Fibonacci States dijo...

Me tienes anonadada... ¡Tú que! Se ha adelantado la primavera o es que esto que se te sale va ya sin control???

Nen necesito una aclaración. ¿Ella existe? ¿Es ficción para un libro erótico? ¿Te has enamorao como un niño otra vez?
ya diras.......

Miss.Burton dijo...

JODERRRRRRRRRRRR, me ha dado una envidia que ni te cuentoooooooooo¡¡¡¡¡¡¡¡ Nunca me escribieron algo así, si oí algo parecido...
Eso es el amor, eso. Entendimiento, en todos los aspectos. Una buena cama. Un buen desayuno. Una mirada que lo dice todo, la tranquilidad de saber leer en ella, que no haya telones, ni abismos, como decía mi adorado Benedetti.
Es precioso.
Creo que te vas a pasar el resto de la vida en la cama... me da a mi... con esas palabras... no se te escapaaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡
Un besazo, macho, te has lucido¡¡¡

Mormo dijo...

INTE Me halaga, de verdad que los que mejor escribís de aquellos que suelo visitar me digáis eso, de verdad. Sigue leyendo y oirás las explicaciones; que aunque soy un caballero, también me debo a quienes me preguntan.

IRENE: Ella tuvo la suerte de contar con la única edición de este libro, como ya he dicho, CALIGRAFIADO y con papel imitación a pergamino. Así que imagino que lo guarde como un tesoro. Y tranquila, que seguro que hay un chico por ahí deseando sentir esto contigo. Otra cosa es que aprenda a expresarlo. Si te sirve de consuelo, puedes pensar que lo escribí para ti...

SUSANA: Ellas existen, ambas dos. cuando escribí esto, lo hice para una amiga muy especial, y usé tanto episodios vividos con ellas, como sentimientos sentidos o intuidos (que con el tiempo he ido descubriendo reales). Para más información lee la primera parte del relato.

DELIRIUMTREMENS: La amiga no se me ha escapado, sigue siendo más que mi hermana. La otra, la que me rompió el corazón, salió de mi vida. Pero llegó otra mucho mejor: la que hoy es mi mujer, con la que he descubierto que aquellos sentimientos que tuve que imaginar para escribir esto eran reales.
Si te sirve de algo, puedes pensar que toda mujer tiene un hombre que ha pensado algo así... aunque no todos sepan expresarlo.
Ah! Y lo de no levantarme de la cama... bueno, llevo cuatro años casado y los domingos no solemos levantarnos...

Lágrimas de Mar dijo...

hoy que es el día del amor leo esto y me dan ganas de....jaja

besos para ti

lágrimas de mar

Zabala dijo...

Muy bueno, Mormo, a la vez que salvaje. Y por cierto con su respuesta queda aclarada la duda de BITO, más que decir pasó a la acción ¿eh?. Además, después de todo lo que has contado en los post no te va bien ahora ser tan recatado.
En según que momentos hay que dejar de ser un caballero y convertirse en un demonio sediento. Aunque eso ya lo sabes.

Mormo dijo...

Pues no te cortes LAGRIMAS, que hoy es el día propicio para ello.

No ZABALA, no es eso lo que quise decir. Es cierto que cuento muchas intimidades en el relato, algunas vividas y otras inventadas, pero nunca pretendo violar la intimidad de la propietaria del relato; por eso no cuento su reacción, ni doy su nombre ni detalles sobre ella. Cada uno que imagine lo que quiera.

humo dijo...

¿Sabes qué? He pensado que alguna de las fotografías no le hacían honor al texto, que sobraban, como que lo devaluaban...

Mormo dijo...

Es posible HUMO, pero te juro que he dado mil vueltas para encontrar fotografías adecuadas al relato y no he sido capaz de encontrar las que quería. ¿Me estás ofreciendo ayuda? Jajajajajjaa...