miércoles, 21 de febrero de 2007

¡¡¡Quiero separarme!!!

Como decía el Capitán Tan: “En mis dilatados viajes a lo largo y ancho de este mundo” (Vivan el Capitán Tan, Los Chiripitifláuticos y los Hermanos Malasombra) me he encontrado muchas veces con la misma frase pronunciada casi siempre por una mujer en el mismo estado de desesperación y miedo. Acosada y herida por la misma persona que prometió cuidar de ella fielmente. Que juró amarla y protegerla todos los días de su vida.

Pero las promesas y juramentos, hoy en día, ya no son como antes; ya no nos vinculan ni nos determinan como lo hacían en tiempos pasados. Acomodamos aquellos a las circunstancias que nos impulsan a hacerlos, y nos sentimos liberados cuando éstas cambian. Pasa el tiempo y los sentimientos se retuercen con la convivencia y el flujo de problemas que nos acosan a diario. Y antes de que nos demos cuenta, el amor, y la relación que lo mantiene ha mutado de manera irreversible. Cuando la comunicación pasa a ser una rutina en vez de un intercambio, nos vamos distanciando de nuestras parejas poco a poco hasta convertirnos en extraños que comparten una cama y miran más por su comodidad individual que por la felicidad de nuestros compañer@s.

Es entonces cuando uno de los dos, generalmente tú, mujer, caes en la cuenta que eso no es lo que habías pensado para tu vida. Que la situación actual no te llena como debería. Y lo que es más grave: que ya no tiene remedio. En un rincón de tu mente va tomando forma una frase: ¡Quiero separarme!

La idea va creciendo como un parásito repugnante que de pronto va tomando forma y tamaños demasiado grandes para llevarlos contigo. En cualquier momento, en cualquier discusión, aprovecharás para deshacerte de él como del bicho asqueroso que supone para ti y que llevas a cuestas sin quererlo. Y cuando lo sueltas, es demasiado grande ya para ignorarlo. Ni tú ni tu pareja olvidareis ése nacimiento no deseado, que supone el comienzo de una guerra civil sin trincheras.

Y en esta guerra, sueles ser tú la primera víctima. No es que no haya victimas masculinas en estos confrontamientos, que las hay... de hecho, en ésta, como en todas las guerras sólo hay víctimas, ni ganadores ni vencidos. Lo que ocurre es que la sociedad machista en la que te ha tocado vivir, a los hombres se les supone distintas sensibilidades, sueldos más altos y la titularidad de las mejores propiedades; con lo cual, en las primeras refriegas queda claro quién perderá más en la pugna. De momento, comienzas a pagar tu saldo con la moneda de la depresión, haciendo de tu vida un calvario de tristeza y culpabilidad, de lágrimas y de impotencia.

Ahora eres consciente de lo difícil de la situación. Lo creas o no, he conocido más de una experiencia similar a tuya de cerca. No te engañes: todos pensamos, cuando estamos ante una situación personal grave, que el nuestro es un caso único. Y no es ni remotamente cierto. Por desgracia, en la historia de la humanidad, los conflictos no suelen ser sino una repetición calcada de momentos anteriores vividos por otras personas cuyas circunstancias personales son muy parecidas a las nuestras. Esto es de aplicación tanto en las relaciones individuales como en los hitos de la Humanidad, con mayúsculas. ¿Por qué crees que los acontecimientos históricos se repiten con tanta frecuencia? Personalmente creo que se debe a la poca variedad genética que arrastra nuestra especie, que desde siempre ha visto a los que vienen de fuera de nuestro círculo más inmediato como enemigos en vez de cómo hermanos, promocionando el aislamiento en vez del intercambio... pero eso es otra historia.

Lo importante es que esta situación que vives ahora responde a una pauta fácilmente identificable. Y que este patrón te permite tomar una serie de medidas correctoras inmediatas para que el daño no se extienda al resto de tu vida como la gangrena, infectándolo todo hasta que nada se pueda salvar.

Piensa, ahora que está tan de moda, en los casos de violencia doméstica con los que nos bombardean desde los telediarios. (Ojo, no estoy minimizando la importancia de este tema: Me temo que soy muy antiguo para ello y pienso que aquel que tiene que demostrar su supuesta superioridad con la violencia ante una mujer o un niño simplemente debería cortarse el brazo con que cometió la agresión por simple acto de honor). A las mujeres que sufren malos tratos físicos por parte de sus parejas, se les ofrece el mismo tipo de consejo, que suelen dar buenos resultados en un noventa y nueve por ciento de los casos. Eso para que te hagas una idea de lo poco singulares que somos con respecto a nuestros problemas; y lo fácil que resultaría solucionarlos con sólo poner en practica lo que sabemos. Pero claro, dentro de nosotros siempre existe la pequeña duda y la íntima satisfacción de pensar que el nuestro es un caso nuevo dentro de la raza humana... Y no lo es...

Quiero pararme a hacer una observación: sólo he hablado de la violencia física por una simple cuestión de convencimiento. Creo firmemente que el maltrato psicológico, que puede hacer tanto o más daño que el físico es una simple cuestión de estabilidad emocional. Si te sientes fuerte anímicamente no pueden hacerte más daño que el producido por la intención de ofender del agresor; claro, que si conocemos de antemano dicha intención, la vulnerabilidad de la víctima se reduce considerablemente ¿no?.

Recapitulemos:

No eres feliz. Tu marido no comprende la situación y no quiere dar su brazo a torcer. No está dispuesto a cambiar su actitud contigo ni en referencia a vuestra relación, y además está dolido porque probablemente, ya se ha sentido abandonado o engañado una vez.

Tu tienes miedo. Temes por tu futuro y el de vuestros hijos. En parte quieres acabar con él de una vez por todas, ser libre, e iniciar una nueva vida al lado de alguien con el que puedas ser feliz. Pero, por otra parte, sientes que no eres nada sin ser su satélite. No estás enamorada de él, pero no te sientes capaz de separarte de nuevo y encontrarte desnuda frente al mundo, sin trabajo, sin dinero, sin amigos, sin posición social... etc. Tus hijos te apoyan, pero tú les esgrimes como excusa para no alcanzar ésa felicidad que deseas (es normal, el sacrificio de una madre es un acto noble que hace que te sientas menos rastrera por la situación que vives) colocando la supuesta estabilidad de la familia como una meta ideal. Procuras no mantener relaciones sexuales con tu marido por que sospechas que tiene alguna amante fuera del matrimonio... y en el fondo te sientes culpable por ello... te responsabilizas de la totalidad de la situación. ¿Me he dejado algo en el tintero? Espero que no...

¿Quieres cambiar las cosas? ¿Que el final de la historia sea distinto? Pues comienza por poner los pies en el suelo. Deja de culpabilizarte. La responsabilidad de la situación dentro de una pareja es compartida, igual que éxito. Si sientes que has hecho lo posible por cambiar la situación y no lo has logrado, sé consciente de que gran parte de la culpa es también de tu pareja, no la arrojes toda sobre ti y deja de sufrir por ello. Si algo no funciona, y no se puede arreglar, lo normal es ir a la tienda y comprar otra cosa igual o mejor ¿por qué en las relaciones entre personas no actuamos igual? Es cierto que los sentimientos no se pueden comprar en una tienda, pero se pueden buscar... o mejor, encontrar... En cuanto al resto de tu familia ¿realmente crees que tus hijos no estarán mejor si ven felices a sus padres por separado? ¿O crees que con la situación actual, viéndoos juntos pero en guerra, pueden vivir mejor? Plantéatelo y escoge con la cabeza. Y déjate de heroicidades absurdas, los mártires no vivieron felices, entre otras cosas porque para ser mártir hay que dejar de vivir. Una vez hayas superado el sentimiento de culpabilidad, las cosas empezarán a cambiar para mejor. Te sentirás menos atada y podrás tomar las decisiones correctas. ¡Hazlo ya!

Sentirse traicionada es normal, y el dolor, suele ser mal consejero. Olvida las supuestas o reales infidelidades de tu pareja. En el fondo, aunque te sientas dolida, no deberían importarte, ya que has llegado a la conclusión de que ya no estás enamorada de él. Si lo que te ofende es la comparación, olvídate. En realidad él tampoco es el ideal para ti. Ya encontrarás a alguien con la rosca adecuada a la tuya, con quién encajarás a la perfección. Empieza a valorarte a ti misma, supérate y quiérete todo lo que puedas. El sexo, por la liberación de endorfinas, ayuda a superar la depresión. Si no te sientes capaz de acostarte con otro hombre, por la razón (falsa razón, seguramente) que sea, empieza a masturbarte en cualquier momento, furiosamente, si es necesario; oblígate a sentir placer de la manera que más te apetezca, pero no dejes de hacerlo ante cualquier situación agradable o mínimamente excitante que te encuentres a diario. Sumérgete en situaciones o fantasías absurdas que te exciten. Comete locuras. Esto hará que vayas ganando seguridad en ti misma y que pierdas el miedo al ridículo y al conflicto. En tu caso es fácil. Eres más bella, joven e inteligente que él, aunque ahora tú no te veas así; en cuanto empieces a sentirte admirada perderás el miedo a enfrentarte a tu marido y podrás solucionar el conflicto de la manera más favorable para ti.

Por último: No te dejes manejar. Él recurrirá a cualquier método a su alcance para hacerte caer en sus redes en cuanto comience a ver el cambio que experimentas. Se dará cuenta enseguida y tenderá, como tendemos todos los hombres, a ver más ventajoso permanecer con la mujer a la que nos hemos acostumbrado que a iniciar una aventura nueva. Lo más probable es que recurra a la culpabilidad para hacerte sentir mal, a la vejación incluso... todo con tal de hacerte permanecer bajo su dominio y disponer de tu vida como desee, pero como ése tema ya lo habrás superado, si no te dejas atrapar en sus redes te sentirás superior, sabrás cómo y cuándo lo hace, y te darás cuenta de lo infantil de su estrategia. Ya lo tienes dominado. Ahora ya no le quedan armas que esgrimir ante ti. Ha comenzado su rendición.

Ahora sí. Este es el momento de decidir qué hacer ante el futuro que se te plantea. Cuando hayas superado estas fases, es cuando estás en condiciones de tomar la decisión que más te convenga, no antes. Puedes dejarlo y comenzar una nueva vida, en busca de la felicidad. Puedes decidir quedarte a su lado, bien controlando tú la situación y adaptando vuestra vida en común al nuevo panorama, en el que tú mandas. O puedes decidir vivir tu libertad dentro de la pareja. Convivir como amigos con vidas sexuales separadas, o compartidas... pareja abierta, o mantenerlo engañado toda la vida, mientras buscas fuera lo que te hurta a diario, sin que él lo sepa. Lo que quieras... la venganza que llevas soñando durante todo el infierno que te ha tocado pasar o el perdón y el olvido de la guerra, sabiendo cada vez que lo veas que pudiste superar la situación a pesar de cuánto se opuso y que puedes mirarlo cara a cara como lo que eres: Su igual.


1 comentario:

Ameliepinup dijo...

Qué gran descubrimiento tu blog, me leo en tus palabras y de hecho he llegado a la misma conclusión que tu y es cómo vivo mi vida actualmente.

¡¡sigue escribiendo!!

Un beso