miércoles, 28 de noviembre de 2007

Las desgracias nunca vienen solas

La mayoría de aquellos de vosotros que ronden la treintena de años, es decir, aquellos cuyas madres entran a formar parte de mi generación, aunque me saquen unos cuantos años, seguramente sabrán a que me refiero cuando hablo de canturrear por la casa. En la mía es casi una tradición. Lo hacía mi abuela materna y, por lo que yo sé, mi madre lo sigue haciendo cuando trastea en la cocina o hace las camas a diario. Yo mismo, desde que me ocupo de las labores domésticas, me he dado cuenta que tarareo las mismas canciones que durante años he oído cantar a mi madre y a mi abuela. Incluso mi hija, que es un bebé, por imitación, cuando juega con los muñecos o con los "miuuus" y les ordena "amimir" o "apapar" (traducción simultánea: "gatos" "a dormir" "a tapar") se le nota la querencia a las tablas, como a los buenos toros bravos y suelta unos breves pero claros "nananá" que repuntan ya la continuidad de ésa tradición.

Y como digo, siempre son las mismas canciones. El otro día, mientras íbamos en coche al cumpleaños de una amiga, mi esposa comenzó a tararear una de esas canciones: "Tatuaje". Y se sorprendió cuando la corregí uno de los versos y me arranqué a cantar toda la letra de memoria. Ni siquiera yo mismo me dí cuenta que la sabía entera, de "pe a pa", hasta que ella me lo hizo notar. Supongo que la aprendí a fuerza de escuchársela a las mujeres de mi familia mientras se inclinaban a estirar las sábanas de mi cama; mientras yo, ignorante de la influencia que estaba recibiendo, me vestía en la misma habitación o buscaba como un desesperado mis zapatos, que siempre han tenido tendencias fugitivas.

Como hace mucho que no pongo música en este blog, y es una buena práctica que no debería haber perdido, hoy he decidido matar dos o tres pájaros de un tiro: Primero demostrarle a mi mujer que si estas canciones han pasado a la memoria colectiva es por culpa de voces excepcionales. Segundo reivindicar un género, la copla, que por culpa de las modernas cantantes, ocupadas más en ganar dinero apareciendo en los programas y revistas del corazón que de cantar (disimulando así sus más que evidentes carencias artísticas), ha sido continuamente denostado por aquellos que no conocen más que las imitaciones que se han hecho de los grandes de este género en los últimos 25 años.

Y tercero: como homenaje a mi madre, que lleva ya dos semanas ingresada en el hospital y que anteayer fue intervenida quirúrgicamente de una colecisteptomía (extirpación de la vesícula biliar), y la pobre lleva sin comer los catorce días de internamiento. A ella y a mi padre (que sale de guatemala para caer en guatepeor); que después de haber perdido a su propia madre el día nueve de este mes, ha visto como su esposa, sin apenas solución de continuidad era ingresada de urgencia en el hospital. El pobre hombre anda como loco buscando al puto tuerto para sacarle el ojo que le queda de una hostia... Y yo que el pobre tuerto me escondería, que las tortas de mi padre hicieron pupa al propio Carrasco cuando boxeaba... El que avisa no es traidor.

Para esta hazaña cinegética (la de matar tres pájaros de un tiro, se entiende) no tengo más remedio que acudir a la más alta cumbre de la copla: Doña Concepción Piquer López; no vaya a ser que me quede corto y luego alguien me diga: "pues no es para tanto". Así que es mejor pasarse un poco de largo y mostrar lo que el talento innato y el oficio de muchos, muchos años pueden hacer con una voz. Dicen que la propia Concha contaba que, con apenas ocho años se presentó en un teatro de Valencia preguntando por el encargado y le dijo: "Vengo a cantar". Por supuesto, el pobre hombre no entendió a aquella chiquilla, y la devolvió a su casa (aunque por poco tiempo, ya que debutó en otro teatro de Valencia apenas tres años después). Lo que aquél empresario no entendió fue la declaración de principios que realizó aquel retaco: no es que fuese su intención cantar en aquél teatro ése día. Es que ella vino a este mundo a cantar. A dejar un legado que nadie ha sido capaz de eclipsar desde entonces, por muchas imitaciones que ha tenido que soportar desde aquel año de 1917.

Quiero que os hagáis una imagen mental de la situación: Concha era hija de un albañil y de una costurera, no tenía formación artística de ninguna clase y, a pesar de ser la quinta hija del matrimonio, en realidad era su primogénita, ya que sus cuatro hermanos mayores habían muerto antes de alcanzar la juventud. Tan clara tenía su vocación, que no permitió que las primeras negativas recibidas, ni la oposición de sus padres, se interpusieran en su camino a la fama. Seguramente habréis oído esta historia muchas veces. Normal: desde su aparición en el mundo del espectáculo muchas han sido las imitadoras que han intentado copiar su estilo, e incluso su biografía para destacar. El problema es que en este caso la historia es la auténtica, no una copia, sino el original... Fuerte ¿eh?.

Para quienes deseen conocer su biografía, está el enlace de su nombre. Lo que no muchos conocen es que, en una época en que no existían las promociones discográficas tal y como hoy las conocemos; en que no todos los teatros disponían de micrófonos operativos; esta mujer fundó una compañía de teatro y recorrió el mundo para que todos pudieran escuchar sus canciones. Y logró, si no una cifra record en venta de discos (que sí lo hizo, incluso años después de su muerte: en Diciembre del 2006 aún ocupaba el número 48 de la lista de ventas en España con su disco 100 años), sí convertirse en la artista más popular de su tiempo con diferencia. Y además abrió la puerta del espectáculo a otros grandes de la canción como Manolo Caracol o Juanito Valderrama.

Bien es cierto que su afiliación política al régimen de Franco pudo ayudar a promocionar sus canciones, pero lo que no se puede negar en modo alguno es que su éxito se lo ganó totalmente a pulso, por oficio, por poderío vocal y por esfuerzo personal, que la llevó a recorrer prácticamente TODOS los teatros españoles de la época y no pocos de los de los países hispanohablantes. Quién no haya oído hablar del baúl de la Piquer como paradigma del viajero es que no ha salido de la puerta de su casa.

Su profesionalidad quedó aún más patente en el año 1957 cuando, tras una gala, se da cuenta que su voz no era la que el público merecía (os juro que yo he oído alguna grabación de aquella época y no he sido capaz de encontrar ni un sólo defecto a su voz), y emite un comunicado anunciando su retirada irrevocable de los escenarios. Ole sus cojones... en lo más alto, como Dios manda...

Seguro que las canciones que os pongo aquí las habéis escuchado muchas veces en distintas versiones. Os invito a destriparlas, con sus fallos de sonido y con sus carencias sonoras, para disfrutar de sus letras (casi todas del Trío de Oro: Quintero, León y Quiroga), de sus magistrales interpretaciones y del sentimiento que desprenden. Todo eso han convertido en leyenda a esta señora. Disfrutad. Y preparaos... a quien no se le ponga la piel de gallina que me lo diga.

Primer vídeo: No hagáis caso del careto del muchacho que hace playblack. Cerrad los ojos y escuchad:



Segundo vídeo: Una canción especial. Os pongo también la versión que hizo Joaquín Sabina, para comparar las voces (la de Olga Román que es probablemente una de las mejores del panorama actual)






Última actualización a las 21:44 h: A pesar de que he estado buscando y rebuscando por la red las canciones Ojos Verdes y Tatuaje interpretados por doña Concha, no he sido capaz de encontrarlas de ninguna de las maneras. Y aunque me he encontrado muy buenas interpretaciones de las dos, en diferentes voces (algunas de ellas tan buenas o mejores como el caso de Miguel de Molina) incluso de su época, voy a poner otra canción muy distinta en una voz harto parecida a la de doña Concha y a la que imagino que algún día puede alcanzar: la de Pasión Vega en una canción homenaje a Camarón de la Isla, compuesta por Joaquín Sabina. Así que desde Valencia a Málaga, pasando por Madrid-Jaén y Cádiz... Si es que en este país hay de todo en todas partes. Como en botica.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Los Superespecialistas

Mi abuela materna, que era completamente analfabeta (eso sí, no había manera de engañarla en un céntimo de las antiguas pesetas), solía hacer gala de un ingente conocimiento de los refranes populares. Yo he tenido el honor de continuar con aquella tradición. La de los refranes, claro, no la del analfabetismo... Y uno de los que más solía repetir era aquel de: "Oficial de todo, maestro de nada". Nos animaba así a especializarnos en algo, en vez de ir por la vida dando tumbos sin conocimientos profundos de algún oficio.

Yo le salí rana. Me temo que mi ideal es el del hombre renacentista, que cultiva saberes varios, profundizando sólo en aquellos que le interesan especialmente. Y así me ha ido la vida... Soy autodidacta en muchas de las actividades que realizo a diario. Y he tenido la agradabilísima oportunidad de trabajar en multitud de oficios merced a la política de empleo del anterior gobierno socialista, que primaba la contratación temporal por encima de cualquier otra consideración. En fin, que me he tenido que buscar la vida como buenamente podía, a la vez que iba aprendiendo a hacer lo que, en aquel momento, más se demandara. Cuando te tienes que buscar las habichuelas por tu cuenta, lo importante es trabajar; da igual de lo que sea.

Como consecuencia, ya digo, he desempeñado puestos de trabajo y oficios de muy diferente calaña, sin especializarme en ninguno de ellos, pero procurando siempre comprometerme y cumplir lo mejor posible su desempeño. Y, por lo general, las personas para las que he trabajado, alababan mi forma de hacerlo, así que muy mal no se me daban.

No obstante, tengo que reconocer que, en la sociedad en que vivimos, la especialización es una necesidad. Si realmente quisiéramos formar hoy en día a un hombre renacentista, probablemente su preparación llevaría muchos más años que los que podría aportar ése hipotético genio al desarrollo de su actividad productiva por el bien de la sociedad. Así que la solución es formar a los estudiantes con una ligera idea (muy, muy ligera) de cultura general; lo suficiente para que puedan absorber los conocimientos específicos de su rama de estudios, y dejar que, si está interesado, complete su formación humanística por su cuenta y riesgo.

Hasta el momento, los resultados no son los más... no voy a decir halagüeños, ni deseables... es que ni siquiera se puede hablar de resultados mediocres. Más bien habría que calificarlos como muy deficientes.

Para nuestra desgracia común, los licenciados, diplomados, ingenieros, maestros, graduados, bachilleres, especialistas, peones y aprendices que acaban su formación docente hoy en día tienen dos características que los definen y limitan como personas: El absoluto desconocimiento de cualquier otra área que no sea su especialización y una carencia casi total de cultura general, y por tanto, de educación.

No me paso de la raya, no... por desgracia tengo ejemplo muy cercanos para demostrarlo: mi mujer es diplomada en empresariales y un monstruo en el manejo de programas de ordenador (lo digo en serio, me deja alucinado cada vez que sale un programa nuevo y en media hora lo maneja como si ella lo hubiera diseñado) con un máster de ofimática empresarial... y sin embargo, para instalar nuevos programas en el ordenador, tiene que acudir a mí o a su hermano... es que tiene pánico a estropear algo, si mete mano en ésa máquina tan rara y llena de cables por todas partes.

Mi hermana menor está licenciada en Historia del Arte... pero para hacer su tesis de fin de carrera sobre las epigrafías de Castilla y León, tuvo que acudir a los conocimientos de latín y griego de su hermano mayor, el bandarra, por que no entendía ni papa de lo que encontraba escrito en las piedras de las iglesias.

Y lo que, a mi modo de ver, es peor aún: ambas, y que conste que no las critico por ello puesto que es un mal demasiado extendido, todavía me llaman para consultar si burro se escribe con b o con v (es sólo un ejemplo, por supuesto su ortografía no es tan limitada), o si existe una palabra que defina a los nacidos en Huelva. Eso, en la era de los procesadores de texto, que te lo dan todo mascado y digerido.

Puestas así las cosas, no es extraño, entonces, que tras un año de baja laboral por culpa de unos lumbagos que no se los deseo yo ni a mi peor enemigo; después de haber sufrido física y emocionalmente dolores que me volvían prácticamente impotente de tomar a mi hija de veinte meses en brazos y que limitaban mi capacidad de disfrutar de mis momentos de asueto; después de haber pasado jornadas enteras en la puñetera cama o vegetando delante de la televisión y el ordenador a la espera de que el super especialista tuviera a bien atenderme en su consulta; después, en fin, de desesperarme por no saber qué coño me pasaba, llegue el individuo éste y me diga que, como no hay nada susceptible de corregirse por medios quirúrgicos, no entiende la razón por la que he sido derivado a su servicio de traumatología, especialidad columna... ¿No te jode?... Pues muy señor mío: porque me gustaría saber el porqué de mis dolores y si hay alguna forma de paliarlos... ¡Vamos que no vengo aquí de visita, ni a verle a usted la cara de pánfilo despistado! ¡Coño! Que es que le hacen a uno hablar mal y desear liarse a dar hostias hasta que el ínclito se ría...

De verdad, de verdad, que no soy partidario de la violencia. Pero es que algunos se ganan a pulso que les llenen la cara de aplausos. Y lo peor de todo no es esto, no... lo peor es tener que aguantar la mala educación de la que hacen gala estas eminencias médicas. O sea: No tiene ni puta idea de lo que me pasa. Vale, lo acepto; no tiene por qué saberlo todo, al fin y al cabo sólo es un especialista, no Dios. No muestra ni el más mínimo interés en ayudar al paciente. Vale, también entiendo que tienen que tratar a un montón de gente del más variado pelo en el menor tiempo posible, así que, acepto Badajoz como parque acuático. Pero que encima me trate como a un perro, sin el más mínimo rastro de educación, y cuando le pregunto que hacemos, me conteste con ésa prepotencia y poco menos que me eche a patadas de su consulta sin contestar a mis preguntas... es que es para agarrarle la cabecita medio calva y aplastársela de un solo movimiento contra la mesa del despacho, de verdad.

Salí tan cabreado de la consulta que no me di ni cuenta de en qué sentido se abría la puñetera puerta... y como consecuencia de mi envite, la desencaje de su marco... Él se debió dar cuenta de mi enfado, porque ni siquiera se dignó a saludarme ni a llamarme la atención por el destrozo. Total... si sólo he puesto en evidencia su falta de educación y su absoluta ignorancia sobre lo que se supone que es su especialidad... no me parece a mí que éso sea motivo para tratar con desprecio, con soberbia o con malos modales a quién ha sido exquisito en el trato. Hasta el momento de la puerta, claro.

Total, que como sigamos así, pronto tendremos que ver con vergüenza cómo la falta de cultura y la falta de educación se hacen tan comunes en nuestro país como en los Estados Unidos de América. Para muestra un botón:

lunes, 12 de noviembre de 2007

Panegírico

El pasado Viernes día 9 de Noviembre, falleció en Valladolid mi abuela. La única que me quedaba, pues la materna falleció hace ya un montón de años. La pobre mujer estaba ya bastante fastidiada, a sus 91 años; aunque seguía dando guerra como si estuviera en plena forma, de modo que nos pilló a todos un poco desprevenidos.

Alguno pensará que lo de estar desprevenido es una forma de hablar, teniendo en cuenta la edad de la difunta. Pues no. Lo cierto es que era una mujer bastante fuerte, a pesar de sus achaques y su aparente debilidad; y que si echo la mirada del recuerdo atrás, no la he conocido nunca en perfecto estado de salud. De hecho, desde que yo tengo memoria (es decir, desde unos días antes de nacer) creo que siempre la he escuchado decir que la faltaba poco para irse. Era la típica señora que siempre estaba a punto de morirse, pero que siempre se recupera de sus dolencias, sin abandonarlas del todo. Algunas veces, cuando me preguntaban por ella, contestaba que se llevaba muriendo desde hacía cuarenta años, pero que al final, para contentarla, tendríamos que darla un martillazo en la cabeza. Es verdad, es una burrada. Pero yo siempre he sido de los que dicen las cosas como las piensan; y, por supuesto, ni se me había pasado por la cabeza hacerlo realmente, sino sacar una broma de una situación dramática.

Hoy, quizá, la broma parezca demasiado fuerte o poco delicada, cuando menos. No obstante, hasta ella se reía cuando me escuchaba decirlo.

El viernes, después de mucho "pedirlo", por fin se cumplió su demanda. Así, de repente. Se levantó algo pachucha, como muchos otros días. Y como muchas otras veces, nos llamaron de la residencia de ancianos en la que vivía con su actual marido (Un detalle que nos define a la familia es la imprevisibilidad, pues esta mujer se casó a los 80 años, después de cuarenta y pico de viuda) y nos comentaron la posibilidad de atenderla allí mismo, pues la ambulancia que había llegado estaba medicalizada. Sus hijos no estimaron conveniente trasladarla, además de porque estos episodios se producían con cierta frecuencia, porque estaba bastante débil últimamente. Lo cierto es que a mi padre ya le debió de dar un pálpito, porque en vez de echarse la siesta, como tiene costumbre, decidió adelantar su visita semanal para ver que tal estaba. La enfermera que la atendía comentó que se había quedado dormida a la hora de la siesta mucho más tranquila y prácticamente recuperada del arrechucho. No llegó a despertarse. Mi padre llegó justo en el momento en que comunicaban a su marido la mala noticia. Ni siquiera estaba fría.

Como consecuencia, el fin de semana ha sido un caos de visitas de familiares cercanos y no tan cercanos, amigos, compañeros de trabajo y conocidos que hacía años que no veíamos; con la honesta y tradicional intención de hacernos llegar su pésame.

Y tengo que reconocer que me he sentido un poco extraño. Por una parte, no puedo negar la pena que me produce la pérdida de un familiar que, aunque era un pelín coñazo, es cierto que demostraba su cariño con todos por igual. No puedo decir sinceramente que fuese una mujer muy dulce, que no lo era, pero la echaré de menos y echaré de menos tener noticias de sus recaídas, sus ingresos en el hospital, sus tejemanejes familiares, etc. Y de su memoria musical, que abarcaba canciones populares desde principios del siglo pasado y con las que nos seguía deleitando cada vez que la visitábamos.

Por otra parte, me sentía ajeno al supuesto dolor que hay que sentir en estas situaciones. Cuando venían a darme el pésame, en cada una de las ocasiones, he tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no soltar una gracia pues, a pesar de ser un poco, o un mucho, grosero, bruto, indecente, poco delicado, espontáneo o como se quiera decir; tengo que reconocer que me daba vergüenza hacerlo delante de mi mujer (que se ha pasado el finde dándome tobas cuando le contaba lo que realmente me apetecía decir o hacer...), y quizá también por respeto al dolor de mis tías y mi padre. De la hipocresía de estas situaciones prefiero no hablar.

En fin, que después de mucho "pedir" por todos nosotros; sobre todo por mi padre y por mí, que somos unos apóstatas, y de solicitar a su Dios que le llegase pronto la hora, después de tantos y tantos rezos, al fin se cumplió su deseo de abandonar este mundo. Y con la tristeza institucionalizada de estos asuntos, le llegan a uno pensamientos bastante poco acordes con lo que pretenden sentir los demás. No es que me haya dejado frío su muerte, ya lo he dicho, sino que, en el fondo, me he alegrado mucho por ella. Creo que la imagen que daba hace ya algún tiempo era la de que sólo le restaba sufrimiento en esta vida, así que la muerte ha debido ser para ella una liberación.

Y claro, como a todo el mundo en estos casos, me ha dado por pensar como me gustaría a mí que me recordasen, me honrasen o me despidieran cuando me llegue la hora.

Que esa es otra... el negocio de los óbitos es acojonante. Cuando alguien se muere cobra hasta el apuntador... el médico por certificar la muerte, las monjas de la residencia por preparar el cadáver, la funeraria por prestar el tanatorio, el féretro, las flores, el taxi para los desplazados y visitantes, el cementerio por el entierro, el cura por el responso... ¡Uffff!... ¡Pero que ni para morirte se puede ser pobre! Y yo pregunto ¿Es que uno no puede elegir cómo quiere que le entierren? Pues no, señores...

Cuando era un poco más joven; en realidad no hace muchos años; siempre pensaba que me gustaría vivir y morir como los apaches. Cuando sienta que ha llegado mi hora y que no soy más que un estorbo para mi familia, me gustaría irme a algún lugar perdido del monte, cavar mi propia tumba, meterme dentro y esperar tranquilamente que la noche, el frío, la inanición o el aburrimiento acaben con mis días. Ya llegará alguien que se apiade de mis huesos y les eche algo de tierra encima. Hoy sé que eso no es posible. En realidad, aunque me atreviera a hacerlo, lo más probable es que les buscase un lío a mis descendientes. Morir como a uno le gustaría en este país es ilegal, que lo sepáis. Y no se puede uno quedar tirado por cualquier sitio. En esta sociedad, los muertos tienen que estar donde les manden. Ni un centímetro más allá de donde esté autorizado.

Así que le he dejado dicho a mi mujer cómo quiero que me despidan. Y lo dejo escrito en este post, para que sirva de referencia si surge alguna duda. Aunque si no me doy prisa en morirme, que no tengo ni la más mínima intención de adelantarme ni un segundo a mi hora, igual ya no existe este espacio, ni este blog, ni siquiera la Internet como hoy la conocemos. Pero da igual, de momento, ya lo he dejado dicho y escrito.

De primeras, quiero que me quiten todo lo que se pueda aprovechar. Sé que soy un fumador empedernido (algún día de estos lo dejaré, lo prometo, pero no sé cuando) y que mis pulmones no son lo que eran, así que probablemente, esos no le sirvan a nadie. Pero el corazón está en perfectas condiciones, si es que hay alguien que tenga la suficiente capacidad torácica para albergar un motor de dos kilos de peso. Estoy obeso, pero según mis últimos análisis, mi pumpún sigue sin un átomo de grasa y cumpliendo a la perfección su cometido. Para eso le hice un rodaje profesional...

Los ojos... bueno, si alguien tiene problemas graves de visión, no creo que le importe aprovechar un par de ojazos como los míos, aunque tengan un poquito de miopía. Además, si con los ojos se hereda la puntería, seguro que, a pesar de este pequeño defecto, estará encantado de contar con estos dos instrumentos de precisión... jejejejjeje...


Los riñones, el hígado y demás órganos internos no han sido muy baqueteados a lo largo de mi vida, así que espero que también tengan aprovechamiento. En suma, que quiero que donen de mí todo lo que pueda ser aprovechado por alguien, por cualquiera. Y aunque no soy religioso, rezaré para que no vayan a parar a algún hijo de puta que no lo merezca.

Con lo que sobre, quiero que hagan una bonita hoguera. Que recojan mis cenizas y las pongan en un botecito de esos de cartón reciclable, tan monos, y que metan un arbolillo dentro. Preferiría que el árbol en cuestión fuera un castaño, pero si no es posible, con un olmo o un roble me sentiría satisfecho. No quiero ni oír hablar de pinos, eucaliptos, frutales ni mariconadas de esas, que ya bastantes destrozos se han hecho en nombre de la ecología como para que encima mi cuerpo sirva para alimentar a otro parásito importado. Nada: un castaño o un olmo, y si no, un geranio, coñe, que para lo que va a durar con mis animales y la mano que tiene mi mujer con las plantas... jajajajjaajjajaja...

Y para despedirme, quiero una fiesta irlandesa. Que a nadie se le ocurra ni siquiera sugerir lo de una misa o un funeral. A los curas, a la iglesia, ni un puto duro (euro). Que se busquen la vida por otro lado. Lo que tuvieran que cobrar esos parásitos que se lo gasten en el Carrefour en comprar unos cacahuetes, unas patatas fritas o unas botellitas de vino o buen licor para ambientar la fiesta. Prefiero que se despidan de mí con comida, bebida, música y unos cuantos chistes. Que en vez de llorar por mí, recuerden lo gamberro que soy, los chistes malos que cuento, las historias con que ilustro las conversaciones con todo el mundo con el que hablo, y las vivencias que han compartido conmigo.

Supongo (y en el fondo deseo) que mi familia estará triste por mi marcha. Vale, lo entiendo. Por eso pido a todos los demás y a ellos, si se encuentran con fuerzas, que animen a los que peor lo estén pasando recordando que en vida nunca permití que nadie a mi alrededor lo pasara mal, así que, que les cuenten alguno de mis chistes, para que se echen unas risas.

¡¡Aaaaaaaahhh!!!!! Y quiero un panegírico de todos y cada uno de los invitados a mi funeral. No importa lo que digan, pero quiero que todos cuenten a los demás algo sobre mí. Sea bueno o malo, da lo mismo. Tiene que ser la hostia, a medida que vaya avanzando la fiesta y la gente se vaya emborrachando, ver a todo el mundo ponerse delante de un micro para intentar contar algo.... jajajajjajajaja... si es que, al final me voy a perder lo mejor... jajajjajajjajajjaa...

miércoles, 7 de noviembre de 2007

cerrado por abogados

No sé porqué extraña razón, los seres humanos tenemos un defecto congénito referente a la forma de ayudar a nuestros semejantes. Y es que siempre hay alguien que sabe mejor que tú lo que debes hacer frente a determinadas situaciones, pese a no haberse hallado nunca en esa situación en concreto. Es más, algunos ni siquiera han vivido situaciones parecidas, pero se permiten el lujo de juzgarte y darte consejos.

No se hace con mala intención, en absoluto. Se trata de una forma de empatía sublimada que nos hace ponernos en el lugar del sujeto y visualizarnos en su misma situación, permitiéndonos averiguar qué haríamos nosotros ante el evento en cuestión. El problema viene cuando no se tiene suficiente personalidad para filtrar esos consejos y tomar las decisiones correspondientes.

Yo soy un tipo bastante discreto y procuro escuchar siempre a todo el mundo. La experiencia me ha enseñado que escuchar siempre es bueno, pues puede proporcionarte un punto de vista nuevo del problema que te ayude a solventar la situación. Pero claro, no siempre estoy dispuesto a seguir los consejos que se me ofrecen. Y por mi mala cabeza, por no seguir esos consejos, he tenido que pagar en muchas ocasiones precios que no deseaba afrontar.

Uno de estos casos ha sido la construcción de mi casa. Las últimas semanas ando desaparecido, en parte por causa de este problema, y en parte porque estoy tratando de volver a mi rutina vital; es decir, vuelta al trabajo, vuelta a la falta de tiempo libre, vuelta al cansancio después de ocho horas de fábrica, etc.

Así que no os asustéis, prometo volver en cuanto tenga tiempo libre para hacerlo, y de paso, explicar algunas cosas sobre mi ausencia. Pero que conste que siempre saco algún ratito para leeros ¿eh?.